Sergio Bitar

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No al temor, sí a la esperanza

El informe de las Naciones Unidas sobre el índice de Desarrollo Humano acaba de otorgar a Chile el más alto puntaje de América Latina. El estudio El Estado de la Democracia en el Mundo, 2019, de IDEA, colocó a Chile entre los dos primeros lugares de América Latina, junto a Uruguay. El informe del Economist Intelligence Unit, de enero 2020, acaba de catalogar a Chile de «democracia plena», con otros 21 países en todo el mundo.

¿Cómo explicar entonces una explosión social tan masiva? La mayor parte de los análisis apuntan a dos grandes causas: la desigualdad, en sus diversas formas, y la escasa participación social. Los bienes públicos se proveen de modo desigual, y se requiere de un Estado capaz de igualar su entrega. La democracia representativa está en jaque y los chilenos exigen nuevas formas de participación. También se mencionan otros fenómenos globales: altas expectativas de sectores medios, empoderamiento ciudadano, educación, autonomía económica, y nuevas tecnologías. Y, con ello, derechos insatisfechos y frustración. Sin embargo, lo propio del caso chileno es la tremenda movilización social sin liderazgo, y una violencia excesiva que termina minando los propios objetivos del movimiento social.

¿Qué hacer para que el impulso social genere más igualdad y participación? Se debe construir un amplio acuerdo político. El sector más radicalizado de la izquierda debe seguir el consejo de Juan Carlos Monedero, dirigente del partido Podemos de España, quien dijo en Santiago: «es mucho mejor articular ese enfado, para que no derive hacia posiciones de derecha y de extrema derecha, y no escuchar a aquellos que piensan que en cuanto peor, mejor». Y el sector más sensato de la derecha también debe distanciarse de los ultras que se oponen a todo, y proclaman que mientras menos cambio, mejor. En 1988, la gran mayoría votó en el plebiscito y Chile cambió para bien. Ganó la libertad, a pesar de que la dictadura nos impuso una fecha, difundió temor y restringió derechos básicos. En 2020 tenemos una nueva oportunidad. La movilización social sacudió y provocó un gran acuerdo político en el Congreso. Podemos lograr ahora lo que no hemos podido en 30 años: una Constitución en democracia.

Porque con una salida institucional y reformas progresivas podríamos evitar un escenario de decadencia y conflicto, o deslizarnos hacia un populismo autoritario. Felizmente, las encuestas revelan la voluntad de participar en el plebiscito y elaborar una nueva Constitución. El plebiscito es además un antídoto contra la violencia. Como en 1988, la campaña del Apruebo deberá disipar el miedo y anunciar un futuro mejor.

Chile posee capacidades humanas, políticas y económicas para avanzar a un pacto social y organizar una economía tecnológicamente avanzada y ambientalmente sustentable. El futuro no está predeterminado. No basta con quejarse. Debemos actuar con la convicción de la esperanza.

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