El exministro de Minería de Salvador Allende y fundador del PPD aborda el rol histórico que tuvo el exsecretario general del PS tanto antes como después del golpe de 1973. «Detesto a los radicalizados, porque al final no generan nunca un camino de posibilidad real», dice. Además, analiza a la luz del fallecimiento del histórico dirigente, los dilemas de la izquierda chilena.
Como las dos caras de una medalla. Así define Sergio Bitar (PPD) el rol que jugó en la política chilena el exsecretario general del Partido Socialista, Carlos Altamirano, quien falleció ayer a los 96 años. El exministro de Salvador Allende y fundador del PPD aborda con La Tercera lo que provocó en el propio exmandatario y su círculo cercano el controvertido discurso que pronunció Altamirano en el Estadio Chile, el 9 de septiembre de 1973, a solo horas del golpe de Estado. Además, admite que, pese a haber estado en las antípodas de la radicalización a la que llamó en ese momento Altamirano, hoy valora el aporte que hizo luego para «revalorizar la democracia», esfuerzo que, asegura, fue clave «para la configuración posterior de la gran coalición llamada Concertación».
-La partida de Altamirano marca de alguna forma el fin de una generación que lideró la Unidad Popular ¿Cómo lo ve?
Sin duda él fue uno de los líderes de la UP y la mayoría de los líderes de ese periodo ya se han ido, incluso, sus opositores. De manera que es un periodo histórico que está físicamente enterrado, pero intelectualmente es la historia la que va a tener que hacer el balance. Siempre recuerdo la frase de Clodomiro Almeyda cuando visitó a Zhou Enlai. Y él cuenta que cuando le pregunta sobre la revolución francesa, él dice que todavía es poco el tiempo transcurrido para poder juzgar. Y ahí ya habían pasado más de 200 años… Entonces hay que esperar que las cosas se decanten porque Altamirano jugó un doble rol. Las dos caras de la medalla.
-¿Cómo recuerda esos días previos al golpe? ¿Cómo se tomaron por esos días el controvertido discurso del entonces secretario general del PS?
Yo no era cercano a Altamirano…Por esos días estuve con Allende porque él me invitó a almorzar el 10 de septiembre de 1973 y recuerdo la reacción de él y del grupo circundante y fue de gran desconcierto, incomodidad, malestar y rabia, incluso, por el discurso en que mencionaba hasta Vietnam, en un momento en que las relaciones con los militares eran súper delicadas. Y lo que se esperaba, era dar un paso para salir adelante y, particularmente, el plebiscito al que iba a llamar el Presidente Allende. Mi sentimiento respecto de ese periodo siempre ha sido de antagonismo. Porque, tanto por el análisis de ese periodo histórico como por mi propio carácter, yo me alejo de los extremos. Detesto a los radicalizados, porque al final no generan nunca un camino de posibilidad real. Entonces, con eso me quedé.
-¿Y cómo lo ve hoy?
Mi imagen hoy está revisada por su rol posterior, al dejar la Europa Oriental, trasladarse a Francia y ser uno de los impulsores en un momento muy difícil, antes de la caída del muro de Berlín, antes de la caída de la Unión Soviética, de la necesidad de revalorizar la democracia, abrir camino al progresismo y acercarse a la socialdemocracia europea, que era una fuerza ascendente en ese momento. Y ese rol que jugó Altamirano fue muy central para la configuración posterior de la gran coalición llamada Concertación, que logró enfrentar y derrotar a la dictadura, restaurar la democracia y construir una democracia moderna en Chile. Entonces, esos son dos sentimientos encontrados.
¿Pero cuál es su balance?
Es difícil verlo. Yo viví el periodo de la UP y obviamente al final la radicalización era parte del juego. Porque nadie quería una solución. Por un lado, solo golpe, y por otro, defenderse del golpe radicalizándose. Entonces, claro, ahí Altamirano jugó un papel más radicalizador por sobre los intentos que todavía podían haber existido de entendimiento, con sectores más progresistas de la DC. Pero eso ya es historia, aprendimos de esa historia, lo que nos permitió después construir la Concertación. Y yo creo que él después, en su larga vida y su mirada histórica, ha tenido la valentía, la claridad y la lucidez también de reconocer aquello que ocurrió en los tiempos de Allende y de valorar el cambio que se produjo después (…). Y ahora, uno puede decir que fue un tipo no solo inteligente, no solo coherente, sino que tenía integridad. No es un tipo ni que se haya vendido a una posición ni que haya negado una cosa o la otra. No es de los conversos.
¿Cómo ve los dilemas actuales de la izquierda?
Uno de los grandes aportes de la Concertación a la política chilena, que espero dure mucho tiempo, es la cultura de los acuerdos, de que más vale avanzar a 20 por hora y consolidar, que tratar de avanzar a 100 y no avanzar o retroceder. La cultura de buscar más grandes alianzas, de buscar el apoyo popular, de buscar mayorías, de tener reformas y hacerlas progresivas, es una gran herencia cultural que ojalá siga marcando la política chilena. Eso yo creo que es una maduración de la sociedad a la cual todos han contribuido. Y Altamirano, implícitamente, contribuyó a ella también.
-¿Qué le parece que el gobierno de Piñera y el oficialismo busquen hacer suya la herencia de la Concertación?
Bueno, a mí me parece que esa sería la mejor demostración de la derrota que ellos tuvieron. O sea, asumir la derrota como éxito es de un malabarismo intelectual despampanante (…). La historia lo va a demostrar, pero ellos se opusieron a todo lo que hicimos. Todas las reformas que propusimos, todos los cambios sociales que queríamos llevar a cabo, en los aumentos de tributos, en educación, en salud, a todo se oponía la derecha. Entonces, es el mayor acto de malabarismo que ahora digan que les encanta la Concertación a la cual se opusieron toda su vida.
-¿Y cómo ve el rol que está jugando hoy día el Frente Amplio?
La tarea de hoy es reconstruir una centroizquierda poderosa, hay que tomar a España como referencia, creo que la experiencia del PSOE debiéramos tenerla bien presente. Cómo se recupera una fuerza de centroizquierda que no entrega el centro, no entrega las reformas progresistas, y evita caer en el maximalismo inconducente. Hay sectores del Frente Amplio que yo observo con una apertura a no seguir el camino que siguió Podemos y tratar de entenderse con otras fuerzas progresistas. Si eso ocurre, yo creo que tendríamos posibilidad de ir aglutinando con una mirada nueva del Chile que viene.
-¿Y sobre el rol de la DC? porque ellos mismos están en una disyuntiva de si ser un partido bisagra o alinearse totalmente con un rol opositor. Y, por otro lado, hay un sector de la izquierda que resiente esto. Pasó recién con la aprobación de la ley de pensiones…
Pesan dos cosas en la realidad actual que hacen la diferencia a lo que hubo antes. La primera es que no hay dos grandes coaliciones, después del cambio electoral, hay una variedad mayor de partidos (…) se forman coaliciones específicas y temporales para resolver problemas concretos. Entonces, Chile está mostrando también ese rasgo. Y la otra cuestión también importante es que experiencias como las de Bolsonaro y otros que llevan a polarizaciones y que descarrilan la democracia, deben hacer pensar a los políticos serios que hay un límite para las discrepancias, las intolerancias y las oposiciones.